lunes, 8 de junio de 2015

Venir de lejos

A esta vida que a veces nos encoje demasiado,
a ese futuro que se va acortando, a esa memoria
que se estanca en el pasado, al pasito a paso y al
trote de los años, al galope con que empezamos.

A esos albores que devuelven el brillo a los ojos,
al capricho de los antojos, a esa forma de no ser,
a la inquietud llena de calma, a ese baile sin palmas
cuando nadie nos ve, a la niñez de los cien años.

A los murmullos envenenados que te acobardan,
a las envidias insanas de aquél, a las ausencias de
una mesa y a tu lado, a los silencios que anulan
los labios, al orden más desordenado, a la timidez.

A los becarios de la madurez, a la sensatez que
tanto nos impuso, a la conciencia que dispuso el
perdón atormentado, a las lágrimas que vomitamos,
a los antojos que nos calmaron, a los rezos sin fé.

A las preguntas no preguntadas, a las respuestas
calladas, a las frases deshechas, a la verdad incierta,
a la cínica ansiedad, a la infiel fidelidad, al todo lo que
fue nada, a la vida en un espejo, a ese venir de lejos.

A los misterios sin resolver, a ese posible amanecer, a
la infancia de por vida, a la alegre melancolía, a la
eterna invocación, al delirio de aquel amor, a un verso
para dos, y a esa música, que huye de ésta canción.






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